O2. PORT ROYAL

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   Cordelia resopló con molestia.

Normalmente estaba de buen humor, o al menos eso trataba de aparentar, pero hoy era un mal día.

La Perla Negra estaba varado en el medio de la nada. Era un decir, la pirata sabía perfectamente donde estaban, a algunas horas de la costa de Cuba. El problema es que llevaban horas navegando sin curso, vagando por el océano. Y, para colmo, la mayoría estaba de mal humor debido a las decisiones del capitán del barco, que en realidad es esa la razón del también mal humor de la mujer.

―Capitán, necesito un curso ―demandó la primera oficial sin amabilidad.

―Cierra la boca, Shepard ―espetó el hombre, sin apartar la mirada de los diversos mapas que tenía sobre una inestable mesa de madera. Su fiel compañero, el mono Jack, sentado en una de las esquinas y jugueteando con una brújula.

La aludida cerró los ojos con fuerza mientras tomaba un gran cantidad de aire, absteniéndose con todo su ser de no molestarse más, de ser posible, y comenzar una discusión con Barbossa. Esa acción nunca llevaba a algo bueno, la recurrencia con la que eso ocurría le daban a entender cual sería siempre el resultado.

Expulsó el aire, con la mayor lentitud posible, y sus ojos se abrieron para clavarse más allá del barco. Era bastante temprano en la mañana, quizá las ocho, el sol estaba muy intensos, sus rayos hacían que las azules aguas resplandeciera, como si hubiera otro sol debajo de ellas.

Y de repente, lo sintió, se preguntó si también la tripulación lo sintió pero pronto su duda fue respondida.

La Perla se meció muy suavemente, como si una pequeña ola hubiera pasado. Delia, que tenía los ojos fijos en el mar, pudo apreciar como una onda viajaba sobre el agua. Era extraño pero no ajeno para ninguno de ellos.

Jack pareció sobresaltarse, luego comenzó a chillar y hacer movimientos erráticos, soltó la brújula y se bajó de la mesa para acercarse a la borda.

―¡¿Qué fue eso?! ―preguntó a gritos alguien, pero Cordelia no pudo reconocer de quién se trataba. Pronto todos imitaron la acción del mono, incluido el capitán Barbossa.

Murmullos de teoría sobre lo que había pasado y de donde había venido comenzaron. La femenina se limitó a poner los ojos en blanco y acercarse a la mesa con mapas. Su ceño se frunció levemente con curiosidad al ver la brújula. Siguió con la mirada la aguja al horizonte, apuntaba al norte. Con mayor curiosidad, volvió su mirada al objeto, pero esta vez se dedicó a ver donde apuntaba dentro de los límites del mapa.

―Port Royal ―habló en voz alta, llamando la atención. El capitán se acercó a grandes zancadas.

―Déjame ver eso ―dijo Barbossa y le dio un empujón para que se moviera. La joven casi se cae pero rápidamente se recompuso y miró al hombre con una mueca molestia, que cambió a desagrado al ver la gran sonrisa que se formaba en su rostro. ―Port Royal ―repitió con satisfacción. Su compañero animal trepó su cuerpo y se sentó sobre su hombro. ―Buen trabajo, Jack ―la pelirroja alzó una ceja, había sido ella quien lo había descubierto, o al menos creía haber descubierto, de donde venía el llamada. Claro que su capitán no iba a darle créditos de poder evitarlo o cuando no tenían real relevancia. ―¡Caballeros, esta maldición está pronto a llegar a su fin! ¡icen las velas y vayamos por ese medallón! ―la tripulación celebró y rápidamente se pusieron a trabajar. ―Shepard, fija el curso.

―Sí, capitán ―respondió con un asentimiento antes de caminar hasta estar detrás del timón.

( • • • )

Llegar al puerto no tuvo mayores dificultades. Ya era de noche cuando llegaron pero eso resultaba mejor para los piratas. Poca visión debido a la neblina y la oscuridad, y un ataque sorpresa. No había forma de que saliera mal.

¿Cierto?

―¡Preparen los cañones! ¡Rápido, caballeros, no tenemos toda la noche! ―Delia suspiró pesadamente ante los lentos movientes de la tripulación mientras paseaba por la cubierta. ―¡Esperen a mi señal! ―indicó y se acercó a la popa. ―¿Capitán?

―Aún no ―la mujer frunció el ceño y se giró para ver el horizonte.

No quedaba mucha distancia para llegar al puerto, si se acercaban demasiado podían ser vistos y adiós al plan.

―¿Barbossa? ―dijo suavemente sin mirarlo.

―Un poco más.

Las estructuras de Port Royal cada vez se hacían más claras debido a la cercanía y la niebla se comenzaba a dispersar. Los pies de la pelirroja se movieron solos y subieron algunos de los escalones para estar más cerca del capitán.

―Maldición ―murmuró para sí misma y esta vez sí se giró a ver al hombre. ―¡Héctor!

―¡Fuego!

―¡Fuego! ―imitó bajando los escalones y volviendo a la cubierta para supervisar que todos estuvieran haciendo lo suyo.

La isla tardó su debido tiempo en responder pero La Perla ya había hecho bastante caos y disturbios que causaron que el contraataque no fuera de gran impacto.

―¡Bajen el ancla y encuentren ese medallón!

―¡Quiero a todos moviéndose! ―vociferó la pelirrojo una vez el barco se detuvo junto al puerto. ―¡Bo'sun, amarra el barco! ―el fornido hombre asintió y obedeció.

Pusieron una tabla entre el puerto y el barco, pero algunos solo tomaron una soga y saltaron para llegar, eso no importaba mientras fueran en busca del dichoso medallón del maldito oro azteca.

―¡Shepard! ―la nombrada no se mostró sorprendida por el llamado, simplemente se acercó a su capitán. ―Buscaras el medallón.

―¿Qué? ―preguntó, ahora sí sorprendida, pero también confusa. ―Nunca dejo La Perla.

Y era cierto, hace doce años que estaba en el barco y nunca solía bajar a puerto, con la excepción del Río, Tortuga e Isla de la Muerte. Además, era bien sabido que la joven le tenía miedo a la tierra.

―Esta vez lo harás ―decretó con ironía y Delia hizo una mueca de molestia.

―Yo no dejo el barco, cocinero―pronunció con lentitud, tratando de ser lo más clara posible, y mencionando el anterior puesto del hombre, antes de que él iniciara el motín y obtuviera el puesto que ahora tiene.

En un movimiento fugaz, Barbossa estaba más cerca de ella y la tomó bruscamente por el cuello. Ella se removió con frenesí, tratando de liberarse pero solo consiguió a las largas uñas del hombre se clavaran en su piel, creando dolorosas pequeñas lunas crecientes. 

―No hace falta decir que si no obedeces serás a la primera persona que mate una vez volvamos a ser mortales ―Shepard se encogió al sentir la punta de la espada sobre su vientre. ―No querrás tener el mismo destino que Turner ―sus azules ojos se cerraron ante la idea y movió la cabeza, negando enérgicamente. Presa del miedo y porque sabía más que bien la veracidad de su capitán. El hombre le dio un empujón, acción bastante típica de él hacia ella, y Cordelia chocó con el borde de estribor. Ella se sostuvo de la madera. ―¿Está claro?

Ella elevó su mirada, molesta pero no lo suficiente como para ir en contra.

―Como el agua, capitán ―respondió apretando los dientes y con un tono amargo. Una de sus manos fue a su cuello y se acaricio las marcas antes de enderezarse.

―Twigg y Koehler, encuentren el polvorín y hagan a explotar este puerto ―ordenó Héctor, ignorando a la femenina. 

Ambos hombres asintieron con bastante entusiasmo y fueron los últimos en bajar, siendo seguidos por la mujer. Apenas una pequeña parte de la tripulación se quedó en el barco, esta vez la pirata no estaba entre ellos como siempre.

Cordelia metió las manos en sus bolsillos y caminó detrás de esos dos mientras sus ojos veían un escenario lleno de fuego, explosión y muerte. La idea de destruir un puerto y matar a sus habitantes no le resultaba para nada atractiva. Destruir no tenía sentido y matar menos, al menos no hasta que es necesario para vivir.

Vivir, era una palabra que le resultaba tan ajena.

No estaba bastante segura de donde estaban entrando cuando los muertos guardias cayeron por las empinadas escaleras pero creía, con bastante certeza, que no era el polvorín.

―Este no es el polvorín ―comentó Twigg y la oficial lo miró con ironía.

―Vaya, vaya. Mira lo que tenemos aquí, Twigg. El capitán Jack Sparrow ―habló Koehler a medida que se acercaba a la celda.

Los azules ojos de Delia se dirigieron al instante a la celda. Con Twigg y Koehler tapándole la vista a penas podía distinguir las rastas y el sombrero cubriendo su rostro. Jack siempre protegía sus ojos de ella. Tal vez porque era la única persona que podía verlo a través de ellos.

―La última vez que te vi te quedaste solo en una isla olvidada de Dios, desapareciendo a la distancia —continuó el otro. —Su fortuna no ha cambiado mucho.

―Twigg, Koehler ―llamó la pelirrojo y ambos se giraron hacia ella. ―Limítense a seguir ordenes y encuentren el puto polvorín ―ninguno se movió y eso causo que ella alzara una ceja. ―¡Ahora! —demandó, levantando la voz.

―Sí, señora ―Twigg hizo una reverencia burlona antes de irse con su compañero.

Cordelia se acercó lentamente a la celda, aunque al ver el resplandor de la luna tuvo cuidado de no estar demasiado cerca. Jack no había cambiando ni un poco, físicamente hablando, al menos no desde la última vez que lo vio, no hace muchos años atrás.

―¿Qué ha hecho la vida contigo, mi capitán? ―el pirata sonríe ligeramente.

No importaba que lo pudiera pasar, él siempre sería su capitán.

―Puedo preguntarte lo mismo, primer oficial —la miró de abajo hacia arriba. Se veía bastante desarreglada. —¿Tu capitán no cuida la imagen de sus tripulantes?

―La última vez que vi a mi capitán fue hace dos años..

―Tres ―interrumpe con soberbia pero ella lo ignora.

―Intentaba robar el barco de Anamaria ―finalizó su oración.

―Si mal no lo recuerdo, tú me ayudaste ―ella le dio una mirada burlona

―Creo que yo hice todo el trabajo por ti.

—¿Así cómo no lo estás haciendo en La Perla? —dijo el hombre con cierta dureza, nunca había sido rudo con ella. —Eras a la única persona que hubiera esperado un motín y a la única que hubiera esperado que fuera capitana, pero no fue así.

—Sabes muy bien que no estaba en posición de ponerme en contra de Barbossa —respondió cortante.

—Calumnias. No estaba en posición de reclamarme un mayor puesto cuando te conocí y aún así lo hiciste —ella niega reiteradas veces.

—Jack, a veces tienes que saber diferenciar entre cuando eres el más astuto y fuerte y cuando no.

—¿Por qué no me explicas la diferencia? —La joven frunció ligeramente al reconocer ese tono. —¿Por qué no te acercas, Delia? ¿O me tienes miedo? —Su tono era delicado pero se podía notar la pizca de burla.

—No me llames así —pidió con los dientes apretados.

—Creí que te gustaba —se burló con más descaro y la mujer hizo una mueca.

—Eres insufrible —murmuró con enojo, causando un sonrisa más grande en su acompañante, antes de acercarse con mucha lentitud.

Siempre se salía con la suya cuando se trataba de ella.

Se detuvo cuando la luz lunar iluminó la punta de sus botas y alzó su mano derecha. Pudo sentir la luna con la yema de sus dedos antes de que con un rápido movimiento hundirá su mano a la luz, al momento en que cambio, ella la retiró y cerró con fuerza sus ojos mientras escondía la mano en su pecho. Trató con todas sus fuerzas de borrar esa espantosa imagen.

Los huesos desnudos, los anillos eran demasiado grandes y bailaban alrededor de los huesos de sus dedos. Ese era el problema del oro de Cortés, el oro azteca, el castigo era la maldición de la inmoralidad.

—Es cierto —susurró Jack y se pegó a las rejas de la celda. —Sabías la leyenda, los rumores, ¿por qué fuiste? —De repente el pirata era más preso del pánico que la propia Cordelia.

—No fue mi decisión —él se relamió los labios antes de hablar.

—¿Se lo advertiste?

—Por supuesto que lo hice, pero él no escucha —el tono de Shepard era duro, pero no con él, sino consigo misma.

Sparrow suspiró, sintiéndose de igual forma mal por ella, y pensó rápidamente en que diría, tratando de ser lo más suave posible.

—Delia, yo... —Su voz fue interrumpida por un sonido ajeno a ellos.

Ambos dirigieron sus miradas a las escaleras, atentos a cualquier movimiento. La más joven pensó que se podía tratar de sus compañeros pero la vestimenta blanca y roja hizo que ella retrocediera, eran dos guardias. Su ex capitán estiró su brazo pero no llegó ni a rozar las mangas del abrigo, ella estaba más lejos de lo que él creía.

—¡Quieta! —gritó uno de los hombres pero ambos la apuntaban.

—Está bien —respondió con tranquilidad y levantó sus manos.

—¡Las armas! —indicó fácilmente el mismo.

Cordelia hizo movimientos muy lentos y cautelosa cuando se sacó su cinturón, el cual tenía su espada, y se sacó su arma de entre su ropa. Colocó sus cosas en el suelo y las pateó en dirección a los guardias.

El otro hizo un silbido y un tintineo sonó detrás de la espalda de la femenina pero no se giró, no quería que los hombres se sobresalten. Pronto supo de que de trataba cuando un perro, con las llaves, pasó a su lado en dirección al hombre.

—Retrocede —pidió él, con más suavidad que la de su compañero, y ella obedeció. A medida de que avanzaban, ella iba hacia atrás hasta que el primer hombre que le habló abrió la celda y lo amenazó con su arma al pirata para que no saliera. —Entra —ordenó, mientras esta vez ellos retrocedían y ella avanzaba, siempre apuntándole con sus armas.

Shepard entró a la misma celda que Sparrow y ellos la cerraron antes de irse sin decir una palabra.

—¿Tanto me extrañabas como para querer estar encerrada conmigo? —le dijo con diversión, provocando que ella lo mirara con una de sus pelirrojas cejas arqueada. —Si sabes que eres inmortal, ¿verdad?

—Pero ellos no —él trato de disimular su mueca de confusión —Además, no quiero volver. Con todo el ajetreo que está ocurriendo no creo que Barbossa note mi ausencia, y para cuando lo haga, no va a venir a buscarme.

—Odias estar en tierra.

—Odio más que él me de órdenes.

Jack asintió, comprendiendo. Su mirada oscura dirijo a la ventana con barrotes, notando como el silencio regresaba a Port Royal. La Perla Negra se estaba alejando, dejándolos atrás. Se sentía como si una parte de su corazón se iba con su navío. Sus ojos regresaron a Cordelia, notando como estaba encogida en la esquina más alejada de la luz lunar que iluminaba la celda.

—¿Cómo es la Isla de la Muerte?

La pelirroja bufó.

—Igual que Tortuga —contestó con fastidio. El pirata sonrió, sabiendo lo que diría. —Un lugar maldito.

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